La Guerra Civil española fue el resultado de profundas tensiones que se acumularon durante la Segunda República. Proclamada en 1931, la República implementó reformas controvertidas que polarizaron la sociedad española. Las reformas agrarias, educativas y militares generaron resistencia entre los sectores conservadores, mientras que la izquierda demandaba cambios más radicales. La revolución de Asturias en 1934 y la victoria del Frente Popular en 1936 intensificaron las tensiones, creando un clima de inestabilidad que culminaría con el alzamiento militar de julio de 1936.
El 18 de julio de 1936 marcó el inicio de la Guerra Civil española. Un grupo de generales militares, liderados por Francisco Franco, se alzó contra el gobierno republicano legítimamente elegido. El alzamiento no logró tomar el poder inmediatamente, dividiendo España en dos zonas de control. La zona republicana, marcada en rojo, mantuvo el control de Madrid, Barcelona y gran parte del este y norte del país. La zona nacional, en azul, controló inicialmente el sur, oeste y noroeste, incluyendo ciudades como Sevilla. Esta división territorial marcaría el desarrollo de los tres años de conflicto que siguieron.
La Guerra Civil española enfrentó a dos bandos con ideologías completamente opuestas. El bando republicano estaba formado por el gobierno legítimo, partidos de izquierda, sindicatos obreros y recibió apoyo de la Unión Soviética y las Brigadas Internacionales. El bando nacional lo componían los militares sublevados, falangistas y sectores conservadores, con apoyo militar de Alemania nazi e Italia fascista. Mientras tanto, Francia y Reino Unido mantuvieron una política oficial de no intervención, aunque esta neutralidad benefició más al bando nacional. Esta división ideológica y el apoyo internacional convirtieron el conflicto español en un preludio de la Segunda Guerra Mundial.
El desarrollo de la Guerra Civil española se puede dividir en varias fases decisivas. La primera gran batalla fue por Madrid entre 1936 y 1937, donde la República resistió el asedio nacional. En 1937, los nacionales lanzaron la campaña del Norte, conquistando el País Vasco y Asturias. La batalla del Ebro en 1938 fue el último gran intento republicano de cambiar el curso de la guerra, pero fracasó tras meses de combates. Finalmente, en 1939, las fuerzas nacionales avanzaron hacia Cataluña, tomando Barcelona y forzando la rendición republicana. El 1 de abril de 1939, Franco declaró oficialmente el fin de la guerra con la victoria del bando nacional.
La Guerra Civil española tuvo consecuencias devastadoras y duraderas. La victoria nacional estableció la dictadura de Francisco Franco que se prolongó durante 36 años, hasta 1975. Miles de republicanos se vieron obligados al exilio, mientras que la represión política marcó los primeros años del régimen. España quedó aislada internacionalmente y económicamente devastada. A nivel europeo, la Guerra Civil sirvió como campo de pruebas para las potencias fascistas y como preludio de la Segunda Guerra Mundial. El conflicto dejó una profunda división social que perduró décadas, y su memoria histórica sigue siendo objeto de debate en la España contemporánea, recordándonos la importancia de preservar la democracia y los derechos humanos.