Las Guerras Carlistas fueron un conflicto fratricida que desgarró España durante gran parte del siglo diecinueve. Más que una simple disputa dinástica, fue un choque de visiones sobre el futuro del país: tradición contra liberalismo, centralismo contra fueros, absolutismo contra constitucionalismo. Los carlistas controlaron amplias zonas del norte de España, especialmente el País Vasco, Navarra y Cataluña.
Todo comenzó con la sucesión de Fernando Séptimo. Sin heredero varón, promulgó la Pragmática Sanción para permitir reinar a su hija Isabel. Esto anulaba la Ley Sálica y privaba del trono a su hermano, Don Carlos María Isidro. A la muerte de Fernando Séptimo en mil ochocientos treinta y tres, los partidarios de Don Carlos no reconocieron a Isabel Segunda y se alzaron en armas.
La Primera Guerra Carlista fue la más larga y sangrienta de las tres guerras, durando desde mil ochocientos treinta y tres hasta mil ochocientos cuarenta. Los carlistas, apoyados por la Iglesia y sectores rurales, controlaron amplias zonas del norte de España. Destacó la figura del general carlista Tomás de Zumalacárregui. El ejército isabelino tuvo figuras como Baldomero Espartero. La guerra se caracterizó por la guerra de guerrillas y gran brutalidad en ambos bandos.
El convulso Sexenio Democrático ofreció una nueva oportunidad al carlismo. Tras la caída de Isabel Segunda, la llegada del rey extranjero Amadeo Primero y la proclamación de la Primera República, los carlistas se alzaron de nuevo en mil ochocientos setenta y dos bajo el liderazgo de Don Carlos Séptimo. La Restauración Borbónica en Alfonso Doce unió a los liberales contra el carlismo, terminando la guerra en mil ochocientos setenta y seis.