It creates a short, dark and mysterious story about neuromarketing and persuasion, and I can also enter the fifth dimension.
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El Doctor Alistair Finch trabajaba en su laboratorio clandestino. La lluvia golpeaba los cristales mientras desarrollaba su último experimento: Proyecto Quimera. No buscaba vender productos, sino reescribir la voluntad misma.
Su máquina era una maraña de cables y luces pulsantes que emitía patrones subliminales diseñados para disolver la resistencia mental. Abría un camino directo a los deseos más profundos y los miedos olvidados.
Esa noche, la máquina zumbó con una intensidad inusual. Finch sintió una punzada en las sienes, no dolorosa, sino expansiva. Las sombras se alargaron, retorciéndose en formas imposibles. El aire se volvió denso, cargado de susurros.
Vio, por un instante fugaz, un reino donde los pensamientos eran estructuras sólidas, donde la influencia era una fuerza gravitatoria. La quinta dimensión: no un lugar, sino un estado de ser donde la persuasión era la única ley.
La máquina se apagó con un chasquido final, dejando un silencio pesado. Finch parpadeó, la visión desvaneciéndose. ¿Había logrado la persuasión definitiva, o había invitado algo más a entrar? La oscuridad ya no era solo la ausencia de luz.